Los diez riesgos del World Economic Forum: de “angustia climática” al estancamiento
Los asuntos económicos han quedado relegados fuera de los diez riesgos principales del WEF para 2023, mientras que la crisis climática, la tensión social y la confrontación geoeconómica levantan las preocupaciones.
12 ene 2023 - 04:58
Las tensiones socioeconómicas y los riesgos geopolíticos, las mayores amenazas de 2023. La crisis de salud y la recuperación económica que fomentaban los mayores riesgos del mundo ya son cosa del pasado. La guerra en Europa ha vuelto a darle la vuelta al tablero colocando sobre la mesa otros dos invitados inesperados: la crisis del coste de vida y las confrontaciones geoeconómicas.
La llegada de las crisis sociales e internacionales ha desbancado a los asuntos económicos de las principales amenazas del mundo. Ni la crisis de deuda ni las burbujas financieras son ya una de las cuestiones que más preocupa a los analistas, tal y como hacían hace un año. Entre los diez mayores peligros del mundo sí hay hueco para la inseguridad tecnológica, que va ganando peso año a año.
Aunque en el nuevo top ten anual de fenómenos que pueden hacerlo saltar todo por los aires, hay también un viejo conocido que no deja de subir escalones: la crisis climática. La emergencia climática ha saltado de lo importante a lo urgente y ocupa el segundo puesto del ránking elaborado por el World Economic Forum (WEF).
The Global Risks Report 2023, elaborado por el World Economic Forum (WEF), se une al grupo de informes y expertos que vienen señalando este nuevo año como un punto de inflexión. En palabras de Saadia Zahidi, directora ejecutiva de la organización, apunta que el informe subraya los puntos en los que “el mundo se encuentra en un punto crítico de inflexión”, entrando en una nueva “era económica”.
El informe, que llega este año a su decimoctava edición, revela que dentro de diez años la debacle por la inflación y la recesión quedarán relegados a un segundo plano y volarán sobre el futuro sombras de apocalipsis climático y desaliento geoeconómico, debido a la incapacidad de los países de adaptarse a un futuro arrasado por las catástrofes naturales. “La década que se presenta estará marcada por crisis medioambientales y sociales, impulsados por conflictos geopolíticos subyacentes”, sentencian desde la entidad.
Este nuevo ciclo económico, caracterizado por el fin de los tipos de interés bajo, contribuirá al aumento de la pobreza, el hambre, la violencia, protestas, inestabilidad política e incluso colapso estatal, según apunta el informe, lo que llevará a una polarización política más elevada y a la erosión social.
Una crisis climática, cuatro futuros
El incremento de las catástrofes naturales extremas, la pérdida de biodiversidad y cultivos y la falta de adaptación a las nuevas condiciones climáticas ha conducido al WEF a contemplar cuatro formas diferentes de futuro, con un mismo rompecabezas: la gestión de los recursos naturales, acechados por la actual crisis climática y la advenediza pérdida del suministro de alimentos y energía por parte del planeta, que pueden conducir a una crisis global de escasez de materias primas.
En el primer escenario, el organismo plantea un futuro en el que las medidas de acción contra el cambio climático y la flexibilidad de las cadenas de suministro absorban en gran medida los efectos de la crisis. Sin embargo, la persistencia de unos precios elevados de los productos básicos y la escasez de agua provocaría una crisis sanitaria y humanitaria creciente, aunque relativamente contenida, en los países en desarrollo. Además, el descenso de la productividad agrícola provocado por el clima se paliaría con el uso selectivo de semillas resistentes a inundaciones y sequías en algunas zonas geográficas vulnerables.
En la segunda hipótesis, el organismo advierte de que las actuales crisis están postergando la acción climática, lo que provocará que los países más vulnerables sufran el hambre y las crisis de energía pese a la cooperación internacional. Este segundo caso acentúa que la escasez de agua y minerales experimentada en el primer escenario puede llegar a afectar al comercio, la estabilidad política y el crecimiento económico, ya que la producción agrícola podría desplomarse. El cambio climático ya ha reducido el rendimiento del cultivo de arroz, trigo y maíz en un 8% y seguirá aumentando en los próximos años, donde amenazará al planeta una desindustrialización parcial por la escasez de energía y agua.
El WEF advierte del peligro de la autarquía de los recursos
En tercer lugar, el WEF advierte del peligro de la autarquía de los recursos, una situación en la que la desconfianza impulsaría hacia la autosuficiencia a los países de renta alta, pero hundiría a los países pobres y reforzaría las alianzas geopolíticas entre países ricos y pobres. La tecnología disponible sólo en las regiones desarrolladas podría aumentar la productividad alimentaria a través de la tecnología, por ejemplo, a través de la modificación genética de los cultivos, y dejaría a los países menos desarrollados como principales víctimas del cambio climático.
El último escenario que plantea la institución es el de una guerra por los recursos. En las últimas décadas, los conflictos se han sucedido por el control armamentístico o para la obtención de algunos minerales y en los próximos años la geopolítica podría tener un nuevo invitado: la lucha por el control del agua y los alimentos. En este supuesto, la exportación de recursos suplantaría a la inversión como medida de poder y ante la escasez de recursos, agravada por la crisis climática y el descenso del alimento, los estados regularán cada vez más el control sobre sus propios recursos, lo que fracturará las alianzas, agravará las condiciones de escasez y provocará una escalada de tensiones comerciales.
Sin embargo, el WEF también plantea dos posibles soluciones al conflicto del clima: por un lado, que la cooperación mundial permita el flujo de recursos a través de las fronteras nacionales y disminuya así el impacto del cambio climático en la oferta de recursos naturales y, por otro lado, que la respuesta a esta crisis por parte de los diferentes estados aumente la velocidad de la transición hacia una economía baja en emisiones.