Entorno

España desacelera: ¿bache puntual o primeros síntomas de una nueva recesión?

Apenas cuatro años después de dejar atrás la mayor crisis en décadas, España se enfrenta a indicadores que han hecho saltar las primeras alarmas. 

Iria P. Gestal

17 sep 2018 - 04:54

España desacelera: ¿bache puntual o primeros síntomas de una nueva recesión?

 

 

“La ralentización ya está aquí”. Así de contundentes se muestran en su último informe el asesor financiero Arcano Partners, sumándose a un grupo creciente de entidades y analistas que apuntan ya a una desaceleración de la economía española. Después de tres años creciendo por encima del 3%, el ciclo expansivo del país podría estar dando los primeros síntomas de agotamiento.

 

El primer síntoma de esta desaceleración es la evolución del Producto Interior Bruto (PIB). La economía española sigue creciendo a buen ritmo, pero ha ido moderándolo. En el segundo trimestre, el PIB avanzó un 0,6%, una décima menos que el trimestre anterior y la menor subida desde el segundo trimestre de 2014.

 

En términos anuales, el año pasado el PIB creció una media del 3% y se estima que este año lo haga un 2,7%. En los últimos días, BBVA y la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas) han revisado a la baja sus previsiones para 2018 con alzas del 2,8% en el caso de Funcas y del 2,9% en el de BBVA. En ambos casos, supondría romper con la tendencia de crecimientos por encima del 3% de los últimos tres años.

 

 

 

 

 

Según Gonzalo Bernardos, profesor de Economía de la Universitat de Barcelona, no hay motivo de alarma: “es un hecho que la economía está desacelerándose, pero la mitad de esa rebaja se debe a la ralentización de Cataluña”. Este enfriamiento de la economía sería, por tanto, algo coyuntural y corregible a corto plazo.

 

Otro síntoma que podría apuntar al fin del ciclo expansivo es el consumo. Ya entre 2015 y 2017, el consumo privado creció por debajo del PIB, a diferencia de lo que ocurrió en anteriores épocas de bonanza. El Banco de España advirtió recientemente que “podría haberse producido cierto debilitamiento del consumo, como consecuencia de la pérdida de poder adquisitivo que se deriva del repunte de la inflación”.

 

El Índice del Comercio Minorista (ICM), elaborado por el Instituto Nacional de Estadística (INE), ha pasado de crecer un 2,2% en enero a un 1,9% en febrero, un 1,5% en marzo y un 0,3% en abril, para cerrar los últimos tres meses en negativo. El consumo de los hogares, por su parte, creció apenas un 0,2% en el segundo trimestre del año, frente al 0,7% del anterior.

 

 

 

 

 

 

 

También los consumidores comienzan a dar los primeros síntomas de alarma: el Índice de Confianza del Consumidor (CIS) ha vuelto a dibujar una curva negativa, tras repuntar en junio tras la moción de censura y el cambio de Gobierno.

 

La moda es uno de los sectores más vulnerables a las tendencias de consumo. Fue de los sectores que más sufrió durante la crisis y, desde 2016, las ventas han vuelto a desacelerar. El sector cerró 2016 en descenso y 2017 en plano, y en lo que va de año acumula un descenso del 3,6%.

 

También la afiliación a la Seguridad Social y la llegada de turistas se encuentran a la baja. El empleo creció por debajo del 3% interanual en julio, rompiendo una racha de casi veinte meses aumentando por encima de ese umbral. Las pernoctaciones, por su parte, retrocedieron en junio y julio, con descensos del 1,2% y del 2,2%, respectivamente, en comparación con los mismos meses de 2017.

 

 

 

Por último, el contexto internacional está impactando también en el comercio exterior: las exportaciones han pasado de crecer una media del 4,9% a elevarse apenas un 1,2% en el segundo trimestre de este año. Bernardos lo explica por el menor crecimiento de la Unión Europea y, en particular, la inestabilidad en Turquía, lo que sí podría ser, a su juicio, un problema coyuntural.

 

Las importaciones, por su parte, se elevaron un 2,1%, demasiado teniendo en cuenta que el consumo de las familias está desacelerando. En este caso, Bernardos lo justifica por el incremento del precio del petróleo, que se controlará a corto plazo.          

 

Que España está desacelerando es un hecho: casi todos los indicadores están creciendo por debajo de los ritmos de años anteriores. Con todo, todavía es pronto para determinar si se trata de una tormenta perfecta de motivos coyunturales de carácter puntual o, en caso contrario, son avisos de una nueva recesión que sí atisban algunos analistas. De producirse, eso sí, sería más suave que la anterior. 

 

 

¿Hacia una crisis global?

El fin del ciclo expansivo no es exclusivo de España, un país que en los últimos tiempos ha crecido por encimad de la media de la Unión Europea. Según un modelo predictivo elaborado por JP Morgan, la próxima crisis global se producirá pronto. El banco de inversión vaticina para 2020 una recesión, aunque menos aguda que la anterior. La entidad anticipa, por ejemplo, una caída del 20% en los índices bursátiles de Estados Unidos y de hasta el 48% en los de los emergentes.

 

JP Morgan subrayan que el cambio que se ha producido desde la inversión realizada de forma activa por gestores hacia una gestión más pasiva ha aumentado el peligro de interrupciones bruscas del mercado, y anticipa una futura gran crisis de liquidez.

 

En Estados Unidos, el 74% de los gestores de fondos considera que la economía global está en la parte final del ciclo, según un informe elaborado a principios de año por Bank of America Merrill Lynch. La amenaza es que esto ocurra con el BCE sin margen de actuación, ya que mantiene una política monetaria de estímulos, mientras que la Fed ya ha comenzado a retirarlos.

 

 

 

Tampoco Christine Lagarde, directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), se muestra muy optimista. En un artículo publicado el pasado 5 de septiembre, con motivo del aniversario de la quiebra de Lehman Brothers, la ejecutiva afirmaba que “hemos progresado mucho [desde entonces], pero no lo suficiente; el sistema es más seguro, pero no en la medida justa; el crecimiento ha repuntado, pero no para todos”.

 

“Hoy nos enfrentamos a nuevas fallas, desde el posible repliegue de la regulación financiera hasta las consecuencias de una desigualdad excesiva, el proteccionismo y las políticas aislacionistas, y los crecientes desequilibrios mundiales”, concluía Lagarde.

 

A similares motivos aludía también la semana pasada el Banco Central Europeo (BCE), para recortar sus estimaciones de crecimiento. Mario Draghi, presidente de la entidad, alertó sobre la incertidumbre derivada del proteccionismo, la debilidad de los países emergente y la volatilidad de los mercados financieros para moderar sus previsiones en una décima para 2018 y 2019.

 

 

 

El propio Draghi hizo el jueves la declaración que ha puesto la ralentización en boca de todos, en la clásica terminología de los bancos centrales: “una cierta moderación tras el fuerte crecimiento en 2017”, fueron algunas de las palabras textuales del presidente del BCE.

 

En concreto, el BCE espera que la eurozona crezca un 2% este año y se frene hasta el 1,8% en 2019 y hasta el 1,7% en 2020. En este contexto, en el que Europa se enfrenta a una ligera ralentización, la entidad decidió, como se preveía, mantener los tipos de interés en el mínimo histórico del 0% al menos hasta el verano de 2019.