El Banco Mundial pone números a la caída tras la guerra y retrocede a los años setenta
8 jun 2022 - 04:54
Misma amenaza, pero cincuenta años más tarde. El Banco Mundial apunta que la economía global anotará los próximos años su desaceleración más aguda de los últimos ochenta años. Con una previsión de crecimiento del 2,9% para 2022, y sobre el 3% para 2023 y 2024, la entidad dirigida por David Malpass ha recortado sus previsiones para la mayoría de los países y compara la caída con la crisis del petróleo de la década de 1970.
Las pérdidas acumuladas desde los niveles prepandemia continuarán especialmente entre los países importadores de materias primas, particularmente en los países emergentes tras más de dos años de choque negativo. Por su parte, en las economías avanzadas, la actividad está siendo lastrada por el aumento de precios de la energía, las condiciones financieras menos favorables y las interrupciones en la cadena de suministro, todo impulsado por la guerra en Ucrania.
Por ello, las economías avanzadas (Estados Unidos, la eurozona y Japón) registrarán un aumento de su Producto Interior Bruto (PIB) del 2,6% en 2022, frente al 5,1% anotado en 2021, lo que supone 1,2 puntos porcentuales menos que en las últimas previsiones, realizadas antes de que se iniciara la guerra. El Banco Mundial prevé que el crecimiento se aminore aún más en 2023, hasta el 2,2%, después del efecto de la política fiscal y monetaria aplicada tras la pandemia.
En el caso de las economías en desarrollo, el crecimiento será este año del 3,4%, también 1,2 puntos porcentuales menos que la previsión de enero, frente al 6,6 anotado el año anterior. Esta expansión de su economía es inferior a la media anotada la última década, que se sitúa en un 4,8%, y la entidad sostiene que todavía no se ha producido una recuperación completa tras el impacto de la pandemia.
La intensificación de tensiones geopolíticas podría perturbar aún más la actividad económica
La desaceleración en todas las regiones se ve impulsada por la guerra en Ucrania, según admite la entidad, que ha llevado a la volatilidad de precios en las materias primas, mayores costes en el consumo, interrupción en los comercios y una menor confianza. Estos efectos están acelerando los ya existentes como el aumento de presiones inflacionistas, el endurecimiento de las condiciones financieras, la continua retirada del apoyo a la política macroeconómica y el debilitamiento de la demanda externa.
“Dado que los hogares de los países emergentes dedican gran parte de sus gastos a las necesidades básicas, el impacto de la guerra en los precios de los alimentos y la energía influirá mucho en su consumo”, sostiene la entidad.
Sobre la inflación, el Banco Mundial asegura que se mantendrá elevado más tiempo, hasta alcanzar su pico a mediados de 2022 y se rebajará sólo a medida que el crecimiento también lo haga. Con ello, la demanda se desplazará de los bienes a los servicios, los cuellos de botella en la cadena de suministro se relajarán y bajarán los precios de las materias primas incluida la energía. Sin embargo, la presión para la subida de precios permanecerá elevada en los países más ricos.
Aunque la luz al final de túnel cuenta con posibles amenazas. “La intensificación de tensiones geopolíticas podría perturbar aún más la actividad económica, generar incertidumbre política y, si persisten, conducir a la fragmentación de los sistemas comercio, la inversión y los sistemas financieros mundiales”, sostiene la entidad.
Además, con el endurecimiento de las políticas comerciales, el “estrés financiero” se puede contagiar más rápidamente. En concreto, el Banco Mundial recuerda que, históricamente, los países en vías de desarrollo son más propensos a entrar en crisis cuando la FED apuesta por subir tipos.