2022, el año en que la inflación se desbocó y echó raíces en la energía y la alimentación
La guerra catapultó la ya disparada inflación, aumentó el coste de vida y las protestas amenazan con ser un recurso habitual en 2023. Sin embargo, las instituciones proyectan que este inicio de año puede ser el principio del fin.
23 dic 2022 - 04:56
En 2022, los titulares de la prensa económica han estado plagados de una palabra: récord. Y la principal culpable es la inflación. La subida de precios ha seguido sin freno en los últimos doce meses. Para 2023, a pesar de la incertidumbre y los tambores de cambio de era que prometen poner en un brete los fundamentales de la economía mundial, los organismos internacionales y las previsiones de los propios países auguran mejores cifras que las que se dejarán atrás con el fin de 2022.
A mediados de 2021, una ola inflacionaria empezó a arrollar al mundo. Los distintos países navegaban aún entre brotes de Covid-19 capaces de paralizar la economía y colapsar los hospitales, las disrupciones constantes de la cadena de suministro que retrasaban la entrega del stock y contraían la oferta y la resaca de los estímulos fiscales aprobados durante los primeros compases de la pandemia.
Por aquel entonces, el mundo registraba una inflación del 4,7%, impulsada por los mercados emergentes, que registraron una subida de precios del 5,9%. Por otro lado, las economías avanzadas anotaron un 3,1% en la subida de precios. Entre ellas, Estados Unidos registraba una tasa de inflación más elevada que la de la zona euro, con un 4,7% a cierre de año, mientras que en las economías del euro la subida de precios respecto a 2020 fue del 2,6%. Con la llegada de 2022, los diversos analistas, gobernadores de bancos centrales y políticos debatían entre si la subida de precios era un fenómeno transitorio o persistente. Jenet Yellen, secretaria Tesoro de Estados Unidos, era una de las defensoras de que las crecientes subidas de precios no eran más que una consecuencia momentánea de las disrupciones derivadas de la pandemia.
Sin embargo, la llegada de la guerra a Ucrania hizo saltar por los aires las previsiones económicas y convirtió la inflación en una amenaza persistente. A cierre de marzo, la ofensiva rusa ya se hacía notar en la subida de precios, azuzando la deriva inflacionaria de la energía y las materias primas. En Estados Unidos, la subida de precios a cierre del tercer trimestre fue de un 8,5%, mientras que para la zona euro era del 7,4%, acortando distancias con el otro lado del Atlántico.
Con el particular rally emprendido por los precios, la Reserva Federal anunció en marzo la primera subida de tipos en tres años. La Fed empezó con una subida de 25 puntos básicos, pero, en mayo, aumentó el ritmo de incrementos y anunció otra de cincuenta puntos básicos, para más tarde anunciar alzas de hasta 0,75 puntos. El organismo acabó realizando ocho subidas de tipos a lo largo del año y con perspectivas de seguir aumentando el precio del dinero en 2023.
El Banco Central Europeo (BCE) se unió a la subida de tipos más tarde, argumentando que Estados Unidos se encontraba en un punto del ciclo diferente, con una demanda interna mucho más elevada. El órgano dirigido por Christine Lagarde se decidió en julio a aumentar las tasas de interés por primera vez en más de once años debido a la elevada presión inflacionaria. En los siguientes meses, la entidad dio un volantazo a la política usada los últimos años para reducir la inflación.
Lagarde elevó el tono y adoptó el discurso de los halcones, los miembros del Consejo de Gobierno que defienden una política monetaria más restrictiva, después de que las palomas, aquellos miembros que apoyan medidas más expansivas, dominaran Frankfurt los últimos años. Durante 2022, la entidad cerró el programa de compras de deuda y subió los tipos de interés hasta niveles no vistos desde 2008.
Mientras, Reino Unido luchaba su batalla particular lastrada por la inestabilidad política. La subida de precios en el país británico llegó en octubre a su máximo en 41 años tras alcanzar una subida del 11,1%.
Finalmente, a cierre de 2022, el mundo anotó una inflación del 8,8% respecto al año anterior, según el dato proyectado por el Fondo Monetario Internacional, 4,1 puntos básicos más que un año atrás. Una vez más, las economías emergentes lideraron la subida de precios, anotando un incremento del 9,9%, mientras que en las economías avanzadas los precios escalaron un 7,2%. De ellas, la eurozona ha registrado una inflación del 8,3%, superando esta vez a Estados Unidos, que anotó en 2022 una variación del Índice de Precios de Consumo (IPC) del 8,1%. De entre los diecinueve, el FMI estima que España anotará una inflación del 8,8% a cierre de 2022, mientras que en Francia será del 5,8%, en Italia del 8,7% y en Alemania de hasta el 8,5%. Por su parte, Reino Unido ha cerrado en 2022 con una inflación del 9,1%, superando tanto a Estados Unidos como a la media de los países del euro.
En otras cifras se mueve Japón. El país asiático terminará el año con una inflación del 2% y los analistas debaten si la ola inflacionista que recorre el mundo acabará con el estado deflacionario en el que se encuentra Japón. Sin embargo, el último informe de Oxford Economics sugería que esta era una posibilidad un tanto remota. Para 2023, el organismo prevé que la variación del IPC vuelve a caer por debajo del objetivo, hasta el 1,4%. El estudio argumenta que la capacidad de fijación de precios más elevada por parte de las empresas por el encarecimiento de las materias primas no es sostenible dada la debilidad de la demanda, así que no se esperan grandes movimientos por parte del Banco de Japón.
En cuanto a los mercados emergentes, China también se mantiene al margen de la espiral inflacionista y el FMI calcula una inflación del 2,2% en 2022. El gigante asiático libra su propia batalla entre la crisis del sector inmobiliario y las consecuencias de la política de Covid Cero. La región que más ha visto disparar sus precios en 2022 ha estado los países emergentes y en desarrollo de Europa, que se ubican cerca de la frontera con Rusia y han sido los más vulnerables económicamente a la guerra en el continente. En concreto, la región terminará el año 2022 con una inflación del 27,8%. Este territorio está compuesto por países de la península balcánica como Albania, Bosnia y Herzegovina o Macedonia del Norte y también otros más al norte como Polonia y Bielorrusia, además de la propia Ucrania y Rusia.
A los países del este europeo le sigue Latinoamérica, aunque más de diez puntos por debajo. El FMI augura que cerrará el año 2022 con una inflación del 14,1%, mientras que en Oriente Próximo y Asia Central la subida de precios alcanzará el 13,8% y en los países en desarrollo del continente asiático la inflación se limitará al 4,1%. De hecho, en el balance final del año, los únicos países que aparecen en verde en el mapa del FMI, es decir, que cuentan con una inflación limitada entre el 0% y el 3%, son China, Japón y Arabia Saudí. El resto del globo acaba el año de la crisis permanente y la incertidumbre con una inflación superior al 3%.
Se agudiza la crisis del coste de vida
La inflación actual ha sumergido gran parte de la población en una crisis del coste de vida. La subida de precios global ha sido la más rápida de los últimos veinte años, según un estudio realizado por la unidad de investigación de The Economist. Las ciudades que más han subido sus precios en los últimos son las rusas Moscú y San Petersburgo, que se colocan como las localidades número 88 y 70 más caras del mundo. Las sanciones y la caída de las exportaciones de gas hacia Europa han provocado que el rublo se desplome. Según los datos que maneja la organización, la inflación actual en Moscú es del 17,1%, mientras que en San Petersburgo es el 19,4%.
Como ciudades más caras del mundo se encuentran Singapur y Nueva York, seguido de Tel Aviv, Hong Kong y Los Ángeles. Para encontrar una ciudad europea hay que descender al sexto puesto, donde se encuentran seguidas las suizas Zúrich y Ginebra. El top diez de las ciudades más caras del mundo lo cierran París, Copenhague y Sídney.
El producto más afectado por la inflación ha sido el petróleo, que ha aumentado su precio un 22% de media. Otros productos altamente golpeados por la subida de precios han sido los alimentarios, mientras que otros bienes como la ropa o los artículos de cuidado personal han tardado más en notar la inflación. Para los autores del ránking, a no ser que se frene la guerra en Ucrania, los precios seguirán escalando en artículos básicos como la energía y la comida y otras mercancías como los metales y la inflación se relajará hasta el 6,5% en 2023.
En España, los productos de primera necesidad han registrado aumentos de hasta el 40%, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Todos afectados por el auge en los precios de la energía, que sólo en noviembre han registrado un ligero descenso tras meses de aumentos. En el último mes de 2022, el récord de generación eólica fue decisivo para abaratar la factura. España, junto a Portugal, es el país de la Unión Europea (UE) con un precio más barato de la energía debido a la excepción ibérica negociada en Bruselas. Ahora, tanto en España como en el resto del continente, el foco del alza de los precios está puesto en los alimentos. En noviembre, este grupo de productos volvió a registrar un incremento en su precio del 15,3%, después de anotar un 15,4% el mes anterior.
España y Portugal son los países de la UE con el precio más barato de la energía
Según el último informe de perspectivas alimentarias de la FAO, se estima que la factura mundial de importación de alimentos alcance un 10% más respecto a 2021, una cifra sin precedentes. Aun así, la entidad estima que el ritmo de subida de precios irá disminuyendo en los próximos meses debido a los mayores precios mundiales de los alimentos y la depreciación de las monedas frente al dólar. La misma institución insiste en que la escasez de fertilizantes continuará en 2023, con lo que se limitará la producción agrícola y aumentará la inseguridad alimentaria. Así que, por el momento, no parece sumarse a la tendencia de ralentización que sí ha iniciado la energía.
En España, los incrementos de precios generalizados han lastrado la renta disponible de los hogares rebajándolos un 3,5% en euros corrientes y un 4,3% descontando la inflación, según la Memoria sobre la situación socioeconómica y laboral de España elaborada por el Consejo Económico y Social (CES). La entidad defiende que todavía no se notan los efectos inflacionarios de segunda ronda en la economía española, pero sí es preocupante el avance de la inflación subyacente, aquella que descarta la subida de precios de la energía y la alimentación, los elementos más volátiles. En noviembre de 2022, el último mes de los que hay datos, la inflación subyacente ha aumentado una décima, hasta el 6,3%, siguiendo la tendencia inversa a la inflación general que se ha relajado hasta el 6,8%, cinco décimas.
Según apunta un estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo económico (Ocde), el poder adquisitivo de los españoles en 2022 se recortará un 4,5%, sólo por detrás de Grecia de entre los países analizados. Además, será la población peor pagada la que notará más la subida de precios. Uno de los riesgos para este 2023 es que la caída del sueldo real de los trabajadores provoque un auge de protestas y paros. En el último mes, las manifestaciones se han reproducido en Europa de Bélgica a Reino Unido pasando por Francia. Los sindicatos reclaman una subida de los sueldos de los trabajadores ante los beneficios extraordinarios que están anotando algunas compañías.
Previsiones en tiempos de crisis
A pesar de todo, las perspectivas para 2023 dejan espacio a la esperanza para la inflación. Las disrupciones de la cadena de suministro ya han finalizado, por lo que la oferta se mantendrá más estable. Además, la base comparable es ya más elevada y las variaciones interanuales no serán tan pronunciadas como la de 2022 o incluso 2021. Según las últimas proyecciones del FMI, las economías avanzadas cerrarán 2023 con una inflación del 4,4%, con la eurozona anotando una subida de precios del 5,7%, mientras que Estados Unidos registrará una subida de precios del 3,5%. En Europa, España anotará una subida de precios del 4,9%, mientras que en Francia la inflación será del 4,6%, en Italia será del 5,2% y en Alemania la cifra alcanzará el 7,2%. Por su parte, Reino Unido continuará con una inflación elevada, de hasta el 9%, y Japón caerá de debajo del objetivo del 2%, hasta el 1,4%.
Entre las economías emergentes, la inflación alcanzará el 8,1% en 2023, manteniéndose, un año más, por encima de las economías consolidadas. La subida de precios en China se mantendrá estable en el 2,2%. En el grupo más golpeado por los efectos de la guerra en Ucrania, los países en desarrollo del este de Europa, la inflación se reducirá, pero se mantendrá elevada, en un 19,4%. Por su parte, los países de Latinoamérica reducirán también la subida de precios al 11,4%, mientras que los países de Oriente Próximo y Asia Central anotarán una inflación del 19,9% y 13,1%, respectivamente.
En el conjunto de las economías del mundo, la inflación se situará aún en un 6,5% en 2023 según los datos del FMI, aunque todos ellos son susceptibles a un cambio si se produce algún otro hecho inesperado capaz de darle la vuelta al tablero, tal y como viene sucediendo los últimos años. Aunque todo esto también está sujeto a los movimientos que realicen gobiernos y bancos centrales para frenar la inflación. “La política monetaria debe mantener el rumbo para devolver la estabilidad de precios, y la política fiscal debe tratar de aliviar las presiones sobre el coste de la vida manteniendo al mismo tiempo una orientación suficientemente restrictiva alineada con la política monetaria”, apunta la institución con sede en Washington. También animan a los políticos a realizar reformas estructurales más allá de parches para mejorar la productividad y “aliviar las restricciones de oferta”. Otro punto que no olvida el FMI es la cooperación internacional. En una época de recelos.